lunes, 7 de octubre de 2013

Valientes

Si hay algo ineherente a mi forma de ser es el no poder parar de darle vueltas en mi cabeza a todo lo que me rodea. Da igual que sea el comportamiento de la gente, lo que me ha ocurrido hoy en el trabajo, ese artículo de ciencia que leí esta mañana o lo rápido que cambia el tiempo aquí en Finlandia. Da igual que sean cosas triviales o no tan triviales. Al final todo sigue un proceso que me hace llegar siempre al mismo punto: ¿Estoy llevando mi vida por el camino que realmente quiero? ¿Me acompañan en ella las personas que de verdad me deben acompañar?

Tengo la suerte de que, desde hace unos meses, va conmigo de la mano una persona que me hace muy feliz; pero sigo cuestionándome día tras día si es así como quiero que sea. No dejo de preguntarme, por culpa de ese concepto tan anclado en la sociedad de "amor ideal", si él es la persona adecuada. Pero, por suerte, creo que me he dado cuenta a tiempo de que no hay un "amor ideal" que venga dado "porque sí", desde el principio, de forma mágica. Eso no existe. Ni en las mejores parejas.

Creo que la clave siempre está en la comunicación, en ambos sentidos; en el respeto hacia la otra persona; en tratar de buscar un equilibrio, no caer en el chantaje; en la sinceridad... En la sinceridad especialmente. Y es que para mí no hay otra manera de construir la confianza del otro que siendo totalmente sinceros. Y es que, como he leído hoy navegando un rato por la red, "las mentiras piadosas no se cuentan para evitar dolor, sino para no enfrentarse al dolor de la otra persona".

Así pues, mi última reflexión (y que conste que no hablo de verdades universales, sino de mis valores), es que, para construir algo que merezca la pena, hay que ser, principalmente, valientes.