jueves, 4 de abril de 2013

Reflexionando


¡Por fin es primavera!

No sé qué tal estará el tiempo por España ahora mismo, pero por aquí no nos podemos quejar: prácticamente todos los días está soleado y cada vez las temperaturas son más altas. Aunque bueno, lo máximo a lo que hemos llegado han sido 4ºC. Eso sí, a mí al menos ya me dan ganas de guardar el abrigo y salir en manga corta a la calle, porque después de haber estado dos meses con temperaturas bajo cero, se echa un poco de menos. Ahora entiendo a los "guiris" cuando van a España en marzo y están con pantalones cortos. Y, además, ahora tenemos unas 14 horas de luz solar, así que esto es una maravilla.

Ahora mismo estoy en Monari y el resto de Youth Leaders están en su reunión semanal. Yo estoy en una sala de la oficina escuchando a los ancianos que vienen los jueves aquí, que están cantando una canción típica finesa acompañada por el piano. Y la verdad es que ver con qué orgullo expresan algo que les pertenece me hace pensar en todo el tiempo que llevo aquí.

He estado unos días dando vueltas a sobre qué escribir en el blog, porque quería hacerlo, y he necesitado una pausa para poner todos mis pensamientos en orden. Me he dado cuenta de que no puedo sacar ninguna conclusión por ahora. Al menos no sólo una. Cada día para mí es una experiencia distinta. No sé si será porque todos los días aprendo algo, aunque sólo sea una palabra en finlandés, o porque estando aquí soy más consciente de la capacidad para renovarse que tiene la mente, pero está siendo increíble el descubrimiento que estoy haciendo a todos los niveles. Desde luego, personalmente puedo decir que no soy la misma que cuando llegué: me he dado cuenta de cómo ha cambiado mi forma de ver las cosas, de hacerlas, de valorarlas... Y, por supuesto, esto es algo "reflexivo" también. Os explico: ha cambiado mi forma de verme y de valorarme y, en consecuencia, mi forma de relacionarme. Y no es necesario que sean grandes cambios o radicales, pero observo el trabajo que he hecho día a día y veo que hay cosas que no son como antes.

En estos dos meses que hizo ayer que estoy viviendo aquí, me he dado cuenta de que la mayor parte de mi vida, afortunadamente, he valorado las cosas pequeñas que encontraba por el camino; pero desde que estoy en Finlandia las valoro absolutamente todas. Cada gesto, cada palabra, cada acontecimiento sea bueno o no, lo valoro, lo disfruto en la medida de lo posible y trato de exprimirlo al máximo para sacar una enseñanza de él, tratando de ver lo positivo a todo. Y no os podéis hacer una idea de lo que he aprendido. Sobre los demás y sobre mí misma.

Sobre los demás, si se anda "con los ojos abiertos", se va a aprender en cualquier sitio siempre; pero aprender sobre una misma es más complicado, porque, en mi opinión, nos ocurre los mismo que a los artistas con sus obras: tanto tiempo contemplándolas de cerca te impide apreciar cómo son realmente, qué cosas están bien y qué cosas se deben mejorar. Estando en Finlandia, donde me he alejado de la persona que era en España, soy verdaderamente consciente de quién soy. Y ese es el mayor cambio que he apreciado en mí: ahora sí puedo decir que me conozco a mí misma. Soy consciente de mi identidad real, porque ya no tengo cerca a todas las personas que me ayudaron a conformarla, así que he tenido que saber cómo era yo de verdad. Y lo que he ganado en seguridad en mí misma en este tiempo es algo que no tiene precio. Pero, claro, esto requiere trabajo diario y tiempo de reflexión para poder asentar las bases de la persona que va creciendo poco a poco.

Y respecto al trabajo diario aquí, quiero que sepáis que cada día estoy más contenta: como siempre, la gente con la que trabajo es encantadora conmigo y, por fin, voy haciéndome un hueco entre los chavales, que es el objetivo. Lo mejor para mí es cuando son ellos los que vienen a preguntarme cosas, cuando vienen a gastarme bromas y, sobre todo, cuando vienen a contarme qué tal les está yendo. Porque ese es mi objetivo aquí: que confíen en mí. Sé que muchos de ellos no tienen una vida fácil, porque viven en casas de acogida al haber sufrido violencia en sus hogares o problemas de alcoholismo y eso, obviamente, hace difícil el trato con ellos a veces; pero lo voy consiguiendo. Y eso es lo que me hace sentir que me estoy realizando como persona. Para mí estar trabajando con ellos es como pasar el tiempo con mi hermana pequeña y, como hermana mayor, cuando inviertes un esfuerzo en algo y ves que lo que haces les está sirviendo de alguna manera, por pequeña que sea (repito que no hablo de grandes acontecimientos), todo lo que has apostado por esa causa vuelve a ti de alguna forma. Eso es la realización personal para mí. Y eso es lo que me motiva día a día, aunque no todos los días me levanto del mejor humor que os podáis imaginar, claro.

Ayer, de hecho, estuve primero en Voisalmi y luego vine a Monari y, al llegar, la verdad es que no me apetecía nada estar con gente. Me apetecía más quedarme sentada frente al ordenador pensando en qué escribir aquí, por ejemplo. Pero me obligué a salir y, gracias a eso, me pasé la tarde hablando con un chico y bromeando con otros tres (y, además, para mí siempre es agradable estar acompañada de las personas con las que trabajo). Esa es otra cosa que me anima constantemente: el saber que de mí depende cómo sea mi experiencia aquí y, por eso, no puedo hacer el vago y debo trabajar día tras día en ello. Eso es lo que me da fuerza y lo que me hace más valiente a la hora de tomar decisiones. Si me hubiese quedado en el ordenador ayer, además de que me habría perdido una tarde genial, posiblemente la entrada que hubiese publicado, aunque hubiese sido desde un punto de vista positivo también, habría sido algo diferente. Y, francamente, como ya están suficientemente mal las cosas en España, lo que quiero desde aquí es compartir lo mejor de cada momento. Mi intención es aportaros cosas buenas y que, cuando cerréis el blog, lo hagáis con la sensación de que también habéis vivido esto conmigo, aunque sólo sea por un momento.

Sinceramente, cuando llegué no podía esperarme que esto fuese a ser así. Finlandia me gustaba, claro, pero ahora va mucho más allá: imaginaos ese sentimiento que se tiene al creer que has encontrado a la persona con la que quieres compartir tu vida; o esa sensación, después de un mal día en el trabajo, al poner los pies en casa. Sabes que esa persona no es perfecta o que tu casa no es la mejor del mundo, pero la aceptas con sus cosas buenas y malas, porque te hace feliz. Eso es lo que siento yo con Finlandia. Y eso es algo que no había sentido antes.

¡Saludos!

No hay comentarios:

Publicar un comentario